Hace mucho, mucho tiempo, vivían dos amigos, uno un jardinero rico, y el otro un granjero pobre. El jardinero poseía dos hermosos, bien regados jardines llenos de flores y de toda clase de frutos, especialmente uvas y dátiles. Pensaba que todo esto era el resultado de su duro trabajo y su inteligente plan, en vez de una bendición de Allah. Un día le enseñó al granjero pobre su jardín y orgullosamente le dijo, “Soy más rico que tú y mi clan es más poderoso que el tuyo. ¡Y seguramente esto nunca perecerá! Ni creo que la hora del Día Final nunca vendrá.” Cuando el granjero pobre vio a su amigo comportarse de esta forma malvada, le preguntó: “¿No tienes fe en Él que te creó del polvo, de un pequeño germen, y te convirtió en un hombre? Por mi parte, Allah es mi Señor, y no asociaré a nadie con Él. En vez de entrar en el jardín de forma orgullosa, deberías haber actuado humildemente y decir: “Lo que Allah ha ordenado seguro pasará: no hay fuerza salvo en Allah
Justo al día siguiente la calamidad le golpeó. El jardín del hombre rico fue devastado. Todos los frutos fueron destruidos y las vides habían caído sobre sus enrejados. Dándose cuenta de su error, lloró, “¡Si no hubiese servido a otros dioses junto con mi Señor!” Esta historia quiere enseñar a los creyentes a no hablar nunca orgullosamente, sino a decir con humildad, “Lo que Allah ha ordenado seguro pasará: no hay fuerza salvo en Allah"
lunes, 3 de marzo de 2014
Los Jardines Regados con el Arroyo
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